sábado, 5 de diciembre de 2015

1000 visits gift 2: Un Beso Inédito de M.C Andrews

Para mis lectores en español, aquí les dejo un pequeño beso por parte de nuestra querida M.C. Andrews, son escenas que no encontrarás dentro de sus libros pero que definitivamente no te querrás perder. Celebrando nuestras 1000 visitas, aquí les dejo el primero que escribió sobre la historia de Amelia y Daniel, uno de los libros que también encontrarán en este blog.XD. Disfruten!
-Hola, Amelia, siento llegar tarde, Brian se ha retrasado y… -Silencio –le digo entre dientes. Él sabe que ha actuado mal y que por su culpa me he pasado la última hora al borde del infarto. ¿Y piensa que le bastará con un <>? Daniel está todavía de espaldas cerrado la puerta y lo veo tensarse. Le oigo respirar y sé que se le ha acelerado el corazón. Todavía no me he acostumbrado a verlo reaccionar así al oír mi voz, pero confieso que es lo más excitante y sensual que he visto nunca. Ver temblar a Daniel, sentir que su poder se rinde ante mí, es abrumador. Se da media vuelta muy despacio, flexionando los dedos, y cuando veo su rostro vuelvo a enfurecerme. Ha incumplido la segunda condición: No volver nunca lesionado. Evitar a toda costa que le hagan daño. -Brian ha levantado el brazo en el último momento y los dos hemos calculado mal, no es… -Cállate-. Daniel obedece y el músculo de la mandíbula le tiembla de lo fuerte que la está apretando. -Acércate y dame la bolsa del gimnasio. Se acerca, yo estaba esperándolo sentada en el sofá y no me he levantado para besarlo (que es lo que hago siempre). Hoy tendrá que ganárselo. -Puedes dejarla en el suelo –le digo al ver que se detiene ante mí-. Gracias. Daniel se aparta ligeramente y yo me agacho para buscar algo. Lo tengo. Tiro de las vendas que él ha utilizado para protegerse los nudillos bajo los guantes de boxeo. Me levanto y me acerco a él balanceando las vendas blancas entre los dedos. Coloco una mano en el hombro de Daniel y siento como vibra. Le rodeo por la espalda. Él no se ha movido. Sabe que no puede. -Siéntate. Le señalo el sofá y tarda varios segundos en responder. Daniel es así, ahora lo sé, siempre está luchando en su interior. Una parte de él necesita entregarse a mí, dejar que yo decida qué es lo mejor para él. Y otra sigue sintiendo la necesidad de tener el control. Respira profundamente y da un paso. Y otro. Se sienta y su mirada se enfrenta a la mía. -Has llegado tarde –le digo dejando que note de nuevo lo enfadada que estoy. -Lo sé –traga saliva y sus ojos negros aguantan el desafío de los míos. -¿Por qué? Enarca una ceja y me mira confuso. -Brian ha llegado tarde y… -No. La verdad. -Brian ha llegado tarde –insiste. -Dame las manos. Las extiende y aunque las mías están temblando le ato las muñecas con una de las vendas. Balanceo la otra entre los dedos delante de su rostro. Él comprende lo que estoy insinuando pero decide ignorarlo.-Estás preocupado, llevas días preocupado. Por eso no has esquivado el golpe de Brian –le explico mientras él intenta controlar la respiración y no puede dejar de mirarse las manos-. Te has quedado en el gimnasio adrede porque sabías que me enfadaría. -No. -Dime la verdad, Daniel, o te vendaré los ojos. No quiero hacerlo. A los dos nos costó mucho enfrentarnos a lo que sentimos el uno por el otro y sé que ahora Daniel necesita mirarme, pero estoy dispuesta a hacerlo si así logro que me cuente la verdad. Él se queda en silencio y los ojos negros me miran con deseo, desesperación y anhelo. Tengo que seguir adelante. Rodeo el sofá y me coloco detrás Daniel. Deslizo los dedos en su pelo y tiro de la cabeza con fuerza. Él aprieta los dientes. Tiene el cuello completamente tenso. El torso le sube y le baja acelerado y le tiemblan los muslos. No ha movido los pies ni un centímetro y bajo los vaqueros se marca indudablemente su erección. -Te has quedado en el gimnasio porque sabías que me enfadaría. Porque necesitas esto y no querías pedírmelo. -No. -Sí. Le vuelvo a tirar del pelo y él aprieta las manos que tiene firmemente atadas con la venda. -No –se resiste, pero está tan tenso que puedo oír como le late el corazón. Y desprende tanto deseo que me quemo con él. -Chis, tranquilo. Es culpa mía-. Le tiro de nuevo del pelo pero agacho la cabeza para susurrar esas palabras junto a su oído y la respiración de Daniel se tranquiliza-. Todavía estoy aprendiendo-. Le muerdo el lóbulo de la oreja y se estremece-. Te has quedado en el gimnasio porque sabías que me enfadaría –le digo en voz baja. -Sí –reconoce al fin con un suspiro de alivio. Tiro del pelo de Daniel hasta que sus labios quedan cerca de los míos. Tiembla. Gime. Le doy un beso. Sé que cuando termine ese beso volverá a ser mío.
Puedes encontrar el verdadero post de esta fabulosa autora, en la siguiente dirección:

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